Sábado 7 de Noviembre de 2009


Evangelio según San Lucas 16,9-15.
Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas.
El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho.
Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien?
Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes?
Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero".
Los fariseos, que eran amigos del dinero, escuchaban todo esto y se burlaban de Jesús.
El les dijo: "Ustedes aparentan rectitud ante los hombres, pero Dios conoce sus corazones. Porque lo que es estimable a los ojos de los hombres, resulta despreciable para Dios.




Comentario del Evangelio por:
Clemente de Alejandría (150- hacia 215), teólogo

«No podéis servir a Dios y al dinero»

Hay una riqueza que donde sea que domine es sembradora de muerte: libraros de ella y seréis salvados. Purificad vuestra alma; haced que se vuelva pobre para escuchar la llamada del Salvador que os dice: «Ven y sígueme» (Mc 10,21). Este es el camino por donde anda el que tiene el corazón puro; la gracia de Dios no penetra en un alma cargada y rota por una multitud de posesiones.

El que contempla su fortuna, su oro y plata, sus casas, como don de Dios, éste da testimonio de su agradecimiento a Dios ayudando a los pobres con sus bienes. Sabe que los posee más para los pobres que para él mismo. En lugar de quedar como esclavo de sus riquezas, se hace señor de ellas; no las encierra en su alma igual que no encierra su vida en ellas, sino que prosigue sin descanso una obra del todo divina. Y si llega el día en que su fortuna desaparece, acepta su ruina con corazón libre. A éste hombre Dios lo declara «dichoso»; le llama «pobre en el espíritu», heredero seguro del Reino de los cielos (Mt 5,3)...

Por contrapartida hay el que acurruca su riqueza en su corazón en lugar del Espíritu. Ése tal conserva sus tierras, acumula sin fin su fortuna, y no se preocupa de otra cosa sino de recoger cada vez más. Jamás levanta los ojos al cielo; se atasca en lo material. De hecho no es más que polvo y al polvo volverá (Gn 3,19). ¿Cómo puede sentir el deseo del Reino el que en el lugar del corazón lleva un campo o una mina, el que la muerte sorprenderá inevitablemente en medio de sus deseos desordenados?» (Mt 21).




Fuente: evangeliodeldia.org

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